Los vidrios rotos,
las cartas que han sido quemadas,
las señales ignoradas;
no dan paso al abasto de bebidas
ni a la escasez de amor.
Las carencias no son más que heridas
que anulan a la razón.
No es extraña la agonía,
cuando solo quiere al corazón.
El perdón se nos vuelve un pecado
más monótono que la ilusión.