Tu inconsistencia se encargó de matar lentamente el amor que por ti sentía.
Ibas y venías lentamente contando espinas.
Las tirabas, las dejabas a la orilla de la cama
Sin sentir un ladrido en tu consciencia.
Podías quemar el llano con tu ausencia
Embriagarte llenarte de vértigos y almendras.
Para después venir contándome mil cuentos desterrados de alguna dama moribunda
que moría en el seno de tu memoria al terminar el día.
Y al día siguiente otra dama moribunda
Con mil cuentos que contar que tú tenías que cantar.
Me cansé de tus historias, tus mujeres y tus garras.
Siempre cedro fuerte mes de abril viviente fecundo en luna creciente me abatiste pero no me destruiste
Te fuiste y ya nunca volviste.