Usted me ha preguntado por aquel hombre que amé, con el que me veía feliz; qué épocasaquellas de juventud cuando el amor no estaba nada más en el aire, sino en las calles, y ahora mire usted, lo único que se huele es sangre.
Bueno, le contaré, más allá de profundizar mi charla en mis poderes medio psíquicos sobrenaturales, porque ya sabe que las capacidades de clarividencia en esta patria no dejan de ser tabú.
Aquí en el pueblo me dicen la bruja Inés, los niños se espantan al verme el rostro y a mi gato el chato casi me lo matan, sabrá Dios qué espectro le mordió la oreja el otro día.
Ya de por sí la gente piensa que tengo 60 con estas ojeras y la verdad no tengo ni 43.
Así que no quiero infundirle miedo ni cosas extrañas que usted no pueda comprender.
Pues le hablaré de aquella época en que me conoció, de la realidad de él,
de la realidad que fuimos que creo yo todos pueden ver.
Yo vi el primer día en sus ojos esa hambre feroz, ese fuego que lo consumía por dentro, esa sed de mí, esas ganas de amarme de no dejarme y vivir en el uno, en el uno conmigo, en el futuro que se nos iría formando.
Como usted sabe yo lo conocí primeramente por medio de letras, de cartas que el muy ladino me mandaba.
Me enamoró con sus cuentos y yo lo enamoré con los míos. Huy, nosotros éramos puros cuentos, pero desde ese día que nos vimos frente a frente fuimos una fuente de besos. Lo amaba sabe, y puedo decir que ese día éltambién me amó.
Más allá de que vimos las estrellas mientras nos balanceábamos en la arena y la comíamos con nuestros besos, más allá de que duramos tantos meses con arena en los bolsillos; también dormí ese primer día, llegó la medianoche y dormí, porque soy una persona que también le da sueño.
Soy una persona que no quisiera dormir porque tiene constantes pesadillas, muchas, pero era imposible no dormir.
Cada noche dormía con la esperanza de no soñar, pues bien, le diré que aquella noche soñé, y fui tan ingenua que aquel sueño no lo pude descifrar. Lo soñé a él y a mí, soñé todo lo que había deseado con alguien, exactamente con él.
Soñé que caminábamos juntos de la mano, que él iba a recogerme al trabajo, que yo iba con él a su casa, que reíamos juntos, que bailábamos, que íbamos de paseo en su coche. Que subíamos montañas…
Y así soñé una serie de escenas consecutivas, felices, de las cuales no recuerdo el final.
Ahora que he vivido todas esas escenas, me doy cuenta que el final no apareció en el sueño, no por la ausencia de éste, sino por la falta de continuación. Y así me dejó, esperando continuación a un beso, a un té, a algo bonito para recordarle, me dejó deseando un final feliz, o por lo menos un ¿cómo estás? Desde entonces pregúnteme usted si he vuelto a dormir.