Tengo un collage

 

Tengo un collage aquí dentro de mi pómulo,
de mi pequeño pecho izquierdo.

Cuando abro mi piel para ver más adentro,
miro las fotos que más guardo desde que las tomé, encuentro fotos de los lunares en tu cuello, en tus cabellos crespos, en tu rostro, en tu espalda, el de tu labio y el que escondes donde difícilmente la verdad se asoma.
Guardo las fotos de cada lunar tuyo que ni siquera sabes que existen, todavía.

Guardo tus piernas como dos palomas que vuelan lejos de mis desvelos.
Tu rostro amable, tu rostro triste e indiferente, tus ojos brillando de amor por mí y tus ojos vacíos al verme sonreír.
Tengo tu sonrisa más afable en el centro de mis fotos y tus lágrimas doradas tatuadas en tus mejillas.

Adornada por flores guardo la del primer encuentro,
la primera sonrisa y el primer beso de amor entregado sin reservas, sin malicia y con inocencia; un cielo estrellado y una playa incolora haciendo magia, unas olas susurrando un principio y un final que era desconocido.
La foto de un bolsillo lleno de arena, de dos cuerpos llenos de arena, de dos bocas inundadas de amor y arena.

Las palabras y las promesas convertidas en imágenes.
Los besos robados convertidos en relámpagos eternos, las caricias desgastadas como los zapatos que llevamos puestos.
Tus ojos como dos estrellas ardiendo de deseos y mis ojos felices de amor eterno que sentía al sentir tus manos provocando eclipses y planetas retrógrados.

Cuántas cartas de amor guardo en el collage de mi memoria, cuántas cartas de amor que por supuesto yo te di.

El perfume producido de tu cuerpo al encontrarse con el mío, hoy es una imagen capturada aquí, como cada segundo que a tu lado viví.
La reacción química de tus labios con los míos, de tu saliva con la mía, es que no era casualidad un volcán en explosión.

Guardo la foto que dice te amo donde está tu cuerpo sobre el mío.

Las fotos de los días en que caminamos entre pequeñas montañas, entre piedras enormes en las que repartimos amor, o al menos eso que tu llamabas amor.
Las noches de películas a tu lado; de las que vimos y otras tantas que construimos, guardo en un baúl de hierro todo ello, como la primera vez que dormimos juntos y yo me sentí segura por primera vez del mundo.
Guardo aquí dentro la primera vez que te vi desnudo, de los ocasos sobre tu pelo, de las veces que te vi llorar y te vi sonreír al verme, que vi tus manos temblar, tu pudor, tu alma, tu ser latente.

¿Fuiste a caso un espejismo?
Guardo mis besos en tu frente, los incontables besos que en una cruz te di. Los besos que estallaban cuando besabas cada poro de mi piel.

Y el sentimiento interminable de sentir amor por ti toda la vida, aquella confianza en que serías para mí el hombre divino, el hombre amado, y hasta el futuro padre de mis hijos adoptados.
Guardo en mi collage aquellos idílicos sentimientos. Guardo tus palabras crueles al decir que para ti esos lugares en que nos quisimos no serían especiales, así como atesoro el momento en que moría mi inocencia y nacía tu soberbia. Guardo tu indiferencia y lejanía como una cruz que cargo todavía, como un hueso roto que duele cada que hace frío. Como un collage que tiro pero nunca olvido.

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