Comían juntos. Dormían juntos. Todo lo hacían juntos. Sus cuerpos se fusionaban y se convertían en uno. Reían, bailaban, se amaban. Chocaban sus dientes y sus lenguas se encontraban. Subían las montañas hasta la cima, sentían la adrenalina y euforia a un paso de caer. Corrían riesgos, pero sabían que el éxtasis de estar al borde del abismo los colocaba en el limbo. Él prefirió el mundo de los vivos para conocer otras almas. Ella se quedó en el mundo de los muertos.